América

Joaquín Cortés

Hay mucha incultura del flamenco, responde a detractores de su estilo híbrido

Por: Juan José Olivares - 05/05/2009

“Hay un antes y después de Joaquín Cortés en la danza española”, afirma el “visionario” bailaor y coreógrafo cordobés, a través de un teléfono celular.

Cuando recibe la llamada para la entrevista está manejando por las calles de Madrid. En un alto habla sobre su reciente espectáculo, Calé (gitano), “retrospectiva de mi trabajo de más de 20 años”.

Es la síntesis esencial de los seis montajes que ha dirigido y coreografiado en dos décadas, los cuales, pese a las críticas, han dado la vuelta al mundo. Calé se estrenó ya en la capital española y en Barcelona. Cortés tenía previstas dos presentaciones en mayo en México: el 16 en Puebla y el 20 en el Auditorio Nacional, pero debido a la contingencia sanitaria podrían confirmarse o posponerse, según la producción. El artista se acompañará con alrededor de 40 personas, entre 16 músicos, 10 bailarinas y personal de producción. Traerá al país “una familia numerosa”.

Persistencia de la crítica

Ex integrante del Ballet Nacional de España –le tocó vivir, a su decir, una de sus mejores etapas, cuando lo dirigía María de Ávila–, viene a México con la suma de dos décadas en las que puristas lo han juzgado por salirse del clasicismo flamenco, aunque el suyo sea un híbrido de este género, danza clásica y contemporánea; música y parafernalia de un concierto de rock.

Antes de que un policía de tránsito de Madrid lo multe, el bailarín se coloca el receptor de manos libres y afirma: “Indistintamente de las críticas constructivas o destructivas, el tiempo le da la razón a quien la tiene; es sabio: 20 años demostrando que eres una marca en el mundo entero. Hoy día, la referencia de danza española tiene un nombre. Lo que me emociona es poder decir que he creado seis historias que han dado vuelta al mundo, y decir que he llenado estadios y actuado para 100 mil personas. Lo que bailaba hace 20 años es lo que están haciendo ahora en mi país algunas compañías. Hoy me siento como un niño que sigue soñando con inventar historias y contarlas”.

–¿Hubiera tenido el mismo éxito mundial si hubiera creado un espectáculo más clásico?– se le pregunta.

–No lo sé, pero he dicho que mi estilo no es una cosa de laboratorio, en la que pensara colocar un poco de clásico, de contemporáneo; meter a unos músicos en vivo, crear un vestuario que tenga que ver con los grandes diseñadores de la moda, o meter una iluminación de concierto de rock. No, no fue mi intención. Esto surgió de forma espontánea; es como el que apuesta a la lotería y la gana.

–Al internacionalizarse, ¿el flamenco ha perdido algo?

–Si una cultura llega a todo el mundo con el estilo personal de alguien dentro de la danza, es de una grandeza absoluta. No hay pérdida en llevar arte a todo el mundo. El éxito es pasajero, y puede durar tres meses, pero no 20 años. La danza es dura y sacrificada, y el premio es cuando estás en el escenario y la gente aplaude.

El desnudo, en la raíz flamenca

Joaquín Cortés hizo de actor en la película La flor de mi secreto, de Pedro Almodóvar, y participa en el documental Flamenco, del reconocido Carlos Saura. Esto ha sido la entrada a la cultura gitana por medio de una puerta comercial, sin menoscabar la calidad de sus producciones. Es el bailaor atractivo, sexual, que impuso presentarse con el torso desnudo, por lo que también ha sido juzgado… por el género masculino sobre todo.

“El problema es la desinformación. En general hay mucha incultura de la danza. Los gitanos venimos de la India, es nuestro origen. Los bailes primigenios se bailaban con el torso desnudo y falda, siglos atrás. Cuando monté Pasión gitana quería reflejar el origen de la India con sus danzas rituales.

“Hice un homenaje a los que bailaban alrededor del fuego. Cuando me hablaba el sector purista o me criticaban, les respondía que eran ignorantes porque únicamente volvía a mis raíces. Esto no es un invento o un cuento de hadas bonito: es historia, es la realidad. Al final, cada quien personaliza a su manera el flamenco; ahí radica su grandeza.

“No hay una escuela acentuada, como en el clásico. Cada quien monta su película personal. Yo hice la mía, pero arañé en el origen. Cuando se levantó esta polémica fue sólo en España. Desnudarte en la danza es expresar con el idioma universal del cuerpo, y qué mejor que se vea sin ataduras”, comenta quien hace dos años fue nombrado “gitano universal” y “embajador cultural del pueblo romaní” en el Parlamento Europeo.

–¿Pero aceptas que esa imagen de símbolo sexual contribuyó a tu éxito?

–Al final contribuye todo. Es un cúmulo de cosas: preparación y suerte, y si ayuda tu físico, pues qué bien.

Cortés asegura que sigue siendo “un soñador de pelo largo, ahora corto, como la canción de Manzanita. Era un niño que volaba todo el día en la metáfora de ser Peter Pan, pero quería hacer algo mío. Me inventé una historia que funcionó y de ahí no he dejado de contarlas como las siento, y la suerte de que siguen creyendo en mí me estimula”.

El coreógrafo, de familia gitana, se ha descrito como “un rebelde con causa” que vivió desde su adolescencia un barrio de Madrid y que si no hubiera estado arriba del tablado, afirma, “hubiera hecho algo con artes plásticas: desde niño dibujo”.

Pero “al final, la rebeldía, que en mi caso ha sido necesaria, ha influido totalmente en mi trabajo, además de la pasión. Un artista, un bailarín, puede morir en el escenario, porque uno nunca acaba de dejar de bailar con el ritmo del corazón”.

Fuente: La Jornada

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