AGUSTÍN VEGA CORTÉS
El flamenco, patrimonio cultural de los gitanos
Flamenco y gitano han sido sinónimos a lo largo de la historia. Los diferentes estilos o matices que constituyen los cantes fundamentales del flamenco, responden a las familias gitanas que los crearon y difundieron. Si decimos Bulerias de Jerez, tangos extremeños, o solea de Alcalá, para diferenciarlos de otros sones, en realidad, estamos hablando de la forma en la que hacen esos cantes los gitanos de esas poblaciones.
En los últimos años, gracias a la aparición de figuras tan emblemáticas como Camarón de la Isla, Diego El Cigala, José Merced y otros artistas, gitanos, en su inmensa mayoría, así como a la revolución de los medios de comunicación de masas, y al gran apoyo institucional y económico, el flamenco ha entrado en una nueva etapa en la que cada día crece el numero de aficionados y adeptos tanto en nuestro país como fuera de el y está muy presente en los grandes escenarios de España y del mundo.
Sin embargo, el control absoluto de la producción y distribución o de lo que pudiéramos llamar “la industrial del flamenco”, por parte de personas no gitanas, la mayoría de ellas con una ancestral animadversión hacía los artistas gitanos, apoyadas por unas instituciones políticas y unos medios de comunicación, guiadas, muchas veces, por intereses ajenos a la música y con frecuencia impregnadas también de los mismos prejuicios, está provocando una ”desgitanización” del flamenco profesional; una autentica “limpieza étnica artística”, basada en la marginación y el ostracismo de los profesionales gitanos y la potenciación de una nueva generación de interpretes no gitanos, surgido de algunas peñas, de academias o de programas de televisión, que sin negarle la valía muchos de esos artitas puedan tener, están recreando un nuevo flamenco desprovisto de la fuerza intuitiva y verdadera que hace que esta música sea lo que es.
El intento de reinventar la música gitana sin gitanos, constituye un verdadero saqueo cultural a los gitanos españoles, a los que se le pretende despojar de lo más preciado que poseen. Pero, además, constituye un gigantesco fraude al público, que se acerca a la música flamenca atraído por una autenticidad y una sinceridad que sin los gitanos el flamenco no posee, pues estos son el alma del flamenco, los que lo hacen creíble y le otorgan esa magia que lo ha convertido en una música sublime. Desgitanizar el flamenco es quitarle su espíritu y su verdad, pues desnudo de esos dos elementos constituyentes, perderá su excelsitud y su grandeza, la cultura española y andaluza, perderá una de sus referencias más singulares y los gitanos nos quedaremos sin la más importante insignia (quizá la única verdaderamente propia) de nuestra identidad colectiva.
Todo este proceso de expolio y falsificación cultural, se apoya en una gigantesca mentira, en un falacia histórica sin ninguna base ni fundamento, según la cual, el flamenco es la música popular de Andalucía, y también de Extremadura, que se fue creando a través de los siglos por el pueblo andaluz y extremeño, con la “aportación” de “algunos grupos sociales marginados”, tal y como reza la declaración del Parlamento de Andalucía en la exposición de motivos con la que se solicita a la UNESCO que el flamenco sea declarado Patrimonio Artístico de la Humanidad. Una falaz declaración sobre la génesis y naturaleza del flamenco, en la que no hay ni una sola referencia a los gitanos andaluces ni españoles, a los que seguramente se refieren cuando dicen habla de “grupos sociales marginados”
Esta declaración del Parlamento Andaluz, es el más claro ejemplo de todo lo anteriormente expuesto, y constituye el punto de partida de una estrategia de expolio cultural, que se ha venido fraguando desde hace muchos años desde los círculos de “flamencólogos”, más movido por motivaciones racistas que artísticas, pero que ahora está siendo apoyada por las instituciones públicas, y sus medios de comunicación, que la usan como un elemento más de una política populista y banal que termina creyéndose sus propias ficciones.
Impedir que esa estrategia termine por triunfar, requiere de todos los artistas gitanos una postura de resistencia a la marginación y de reivindicación de su presencia en los escenarios y en los medios de comunicación, pero también el pueblo gitano en su conjunto, debe asumir un compromiso mayor para preservar y enriquecer un patrimonio cultural valiosísimo y único, del que es depositario, y para lo cual no basta con la autocomplacencia y egocentrismo étnico, que nos lleva a conformarnos con “sonar gitano”, sino que hace falta que las facultades artísticas innatas se pongan al servicio del estudio y del conocimiento.
Los artistas gitanos actuales, no deben olvidar que las grandes figuras históricas de las primeras décadas del siglo XX, fueron los verdaderos revolucionarios de esta música sublime. Pues ellos, con su voz desnuda, sin otro acompañamiento que unas palmas y una guitarra, con la humildad y la sencillez de los grandes genios, levantaron esa inmensa catedral musical que se llama cante gitano o flamenco, tal y como ha llegado a nosotros y del que somos herederos.
Por eso, es necesario que los cantaores actuales, sepan combinar de forma armoniosa la fidelidad a ese inmenso legado artístico, con las innovaciones propias de los nuevos tiempos, así como con la evolución inherente a cualquier cultura viva, pero sin que los modismos coyunturales y espurios, terminen por convertir la música gitana en una caricatura de si misma, pues de hacerlo así, serán ellos, y no los otros, los verdaderos responsables del proceso de expolio cultural que aquí denunciamos.
Por todo ello, seria de justicia que previamente al reconocimiento del flamenco como patrimonio de la humanidad, fuera reconocido como PATRIMONIO DEL PUEBLO GITANO
Fuente: Agustín Vega Cortés
Mundo Gitano – Gypsy World