España

Importante deteriodo del barrio de las "seiscientas" construido en 1980

 El barrio se inauguró para acabar con el chabolismo y las infraviviendas, pero su deterioro se produjo a velocidad de vértigo

Muchas viviendas de Las 600 han sido tapiadas para que no entren inquilinos que no han sido invitados a ocuparlas.
:: J.M. ESPARCIA

Por: Dolores Carcelén - Albacete - 03/08/2010

El 25 de julio de 1980 este diario se hacía eco de la inauguración de las 600 viviendas del barrio de La Milagrosa. Los pisos se levantaron en un terreno de más de 100.000 metros cuadrados con un presupuesto de más de 620 millones de pesetas (cerca de cuatro millones de euros). Se proyectó a finales de 1975 con el fin de acabar con el chabolismo y la infravivienda de zonas como el Cerrico de la Horca. Los pisos eran grandes y luminosos y la plaza contaba con una impresionante fuente de agua. No faltaban las zonas verdes ni los espacios para que los niños jugaran tranquilos. Sin embargo, el aspecto de entonces nada tiene que ver con el de ahora y los vecinos tampoco. Aquellas casas las habitó gente humilde, en su mayoría buena y educada, que recibió con ilusión un piso de estreno a un precio acorde con sus posibilidades.
 
El barrio se deterioró a una velocidad de vértigo y pronto la situación fue preocupante. Y es que quedaron casas vacías que se ocuparon con el nada ortodoxo método de la patada en la puerta. El barrio tardó muy poco en ganarse la fama de peligroso y ni taxis ni autobuses entraban. Con el tiempo la leyenda de Las 600 fue alejando a este barrio del resto de la ciudad. Los malos vecinos eran pocos, pero fueron capaces de hacer más ruido que los buenos.
 
Nadie se atrevía a cruzar al otro lado. Dos planes de rehabilitación y recuperación han pasado por La Milagrosa y ninguno ha conseguido el cambio radical que querrían aquellos vecinos que están desde el principio, que conservan sus casas tal y como se las entregaron y que pagan su alquiler religiosamente. Ahora se prepara una tercera acometida con fondos europeos y con el hundimiento de los edificios mejor conservados, pero el barrio no confía en ella.
 
Nieves Royo, presidenta de la asociación de vecinos, forma parte de ese grupo de albaceteños que llegó al barrio hace treinta años y que teme la demolición de su casa. Juan Fernández, Abelia o Bella Alonso, payos y gitanos, se sienten orgullosos del barrio donde han criado a sus hijos.
Nieves muestra el barrio desde su ventana. :: J.M. ESPARCIA
 
No lo cambiarían «ni por el Paseo de José Antonio (de la Libertad)», pero echarían sin pensárselo a todos aquellos que no respetan las mínimas normas de convivencia, quienes llenan pisos y patios de perros, los que ensucian las zonas comunes, los que trafican con drogas o los que arman ruido hasta altas horas de la madrugada. Para ellos, el barrio no necesita que se hundan «las mejores calles» sino que se reserve únicamente «a la gente buena que sepa convivir». Saben que entre los 2.300 habitantes que tiene el barrio hay de todo.
 
Lo que queda
 
La imagen de Las 600 es desoladora. Treinta años después, no queda ni rastro de la fuente o de los jardines. Sobrevive la imagen de la Virgen, hay pequeñas tiendas, está el colegio de la Paz y desde hace poco atiende una farmacia, pero se ven calles mal asfaltadas, paredes desconchadas, suciedad y deterioro. Si no fuera por la cantidad de gente que se mueve en sus calles, por los coches -algunos de ellos de alta gama- y la ropa tendida, parecería un barrio fantasma. Sin embargo, al entrar en portales como los de Nieves, Juan, Bella o Abelia se puede ver que aún quedan vecinos que han cuidado sus portales y sus casas durante tres décadas. Nunca han tenido ascensor y en los portales no hay signos de lujo, pero están pintados y limpios, como sus casas, donde no falta el menor de los detalles.
 
No quieren irse de «su» barrio porque no saben ni dónde, ni cómo, ni cuándo van a ser realojados. Les gusta conocer a sus vecinos, entre ellos a las Hijas de la Caridad, perennes en el barrio desde mediados de los ochenta. También les agrada poder tomar el fresco en la puerta y, sobre todo, pagar 39 euros al mes por unos pisos que, en su opinión, «son de lujo». Además, hay vecinos octogenarios a quienes echarlos de su casa les supone un mundo. Todos ellos recuerdan con cariño a aquel sacerdote, hoy político, que luchó por ellos, pero ni José Luis López ni las corporaciones sucesivas han conseguido recuperar la imagen de hace treinta años.
 
Nadie se ha atrevido a echar a quienes no respetan las mínimas normas de convivencia. Los galgos y los gallos de pelea siguen hacinados en los patios de Las 600 y los problemas comunes a cualquier barrio, como las drogas y los ruidos, se acrecientan al otro lado del Puente de Madera. Nieves aún recuerda que le tocó un piso «de lujo» hace 30 años, por 125.000 pesetas, en un barrio «precioso». La vivienda sigue igual, sin embargo, «el barrio se les ha ido de las manos», denunciaba la presidenta de la asociación de vecinos. «Le pegaban una patada a la puerta y entraba cualquiera», así empezó el descontrol que aún hoy perdura.
 
Ejemplares
 
Los vecinos de siempre, los que entraron en el nuevo barrio en el año 1980, se reunieron casa de Nieves para hablar con el periódico y enseñar sus casas, ya que ellos son el ejemplo de que payos y gitanos pueden convivir sin problemas y que ambos han sabido proteger aquello que les confió el gobierno de entonces. A Inocente Cifo le daban otra casa de protección oficial y renunció a ella porque le gusta su piso de tres dormitorios. Bella Alonso tampoco se quiere ir porque en la calle Infante Juan Manuel ha criado a diez hijos. Huérfana desde los 8 años, aseguraba que sigue con las mismas ilusiones que cuando era joven.
 
Las monjas llegaron en 1987 porque querían ayudar a un barrio que, aunque tiene jóvenes complicados, «está lleno de gente muy humilde y trabajadora». Nunca han tenido un problema o un altercado por mucho que desde fuera lo tachen de peligroso. «Somos algo suyo», decían mientras mostraban sus dos pisos 'impecables', por los que pagan 78 euros mensuales.
 
Fuente: laverdad.es

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